El Embrión, la vida y la cultura
Debido al tratamiento en la Cámara de Diputados de los proyectos de ley de Regulación de la Fertilización Asistida y protección de los embriones no implantados. Considerando que es necesario abrir la puerta a las nuevas tecnologías que resuelven problemas de fertilidad de las parejas pero que estos proyectos no protegen al embrión como sujeto de derechos, sino que lo tratan como objeto y alientan conductas que pueden confundirse con objetivos comerciales, es que hago publicas estas reflexiones que serán fundamento de mi objeción y voto negativo en tres artículos de la iniciativa.
La modernidad fue el tiempo en que la humanidad deslumbrada por los avances científicos y tecnológicos creyó vislumbrar la solución de todos los problemas por el solo avance de la historia. Un determinismo más de tantos que se rompieron ante la irrupción de la bomba atómica y la experimentación con seres humanos. Las limpiezas étnicas o raciales se hicieron en nombre del bien de la humanidad a través de la ciencia.
Esto llevó a la conciencia de que debe haber una moral y una ética que ayude a tomar las decisiones políticas necesarias para la utilización de esos logros científicos en bien de todos. La política y no la ciencia es la que puede dar respuesta al hombre.
Pero ¿Qué ética y que moral? Porque los que desarrollaron las armas atómicas y quienes sostienen la investigación con armas biológicas, también lo hacen en bien de la humanidad, con la ética de la seguridad que los lleva a autoproclamarse los “Gendarmes del Mundo”. Éticas colectivistas llevaron a limitar los nacimientos por decisión gubernamental desconociendo las normas básicas de la demografía y el envejecimiento poblacional. Éticas individualistas coincidieron en las mismas políticas pero desde la libertad, imponiendo en la cultura y la formación sanitaria la necesidad del “Control de la Natalidad”, para que los sudacas no le comiéramos los recursos naturales.
Esto lo denunciaban el propio Che Guevara y el lucido escritor y militante uruguayo Eduardo Galeano lo expresa en su libro “las venas abiertas de América Latina”.
El debate que hoy tenemos que dar en la Argentina no es nuevo para la humanidad. Se dio en muchos lugares del mundo porque fue necesario acordar un mínimo esquema de Derechos para todos los seres humanos, no alcanzó con el mero derecho de las personas, porque los judíos, los armenios, los propios originarios de américa, no eran considerados “PERSONAS” por las leyes civiles de su tiempo. Por eso se determinó proteger los “DERECHOS HUMANOS” Y COMO PRIMER DERECHO INALIENABLE EL DERECHO A LA VIDA, aplicable a toda forma de vida de la “familia humana”.
Dice el preámbulo de la Declaracion Universal de Derechos Humanos: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”…”Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad, … Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho”…
Lo que en otros momentos era discutido en función de la procedencia, color de piel o religión de los humanos, hoy se discute en función del momento o el periodo de la longitudinalidad de la existencia humana, “es persona en una etapa de su existencia, en otra no” parecería ser el postulado.
Participamos también del “techo” de la ciencia. No son pocos los que discuten la epistemología actual y especialmente desde las ciencias de la salud, tan relacionadas con la vida y la biología. Se ha determinado hasta la última molécula necesaria para que una célula tenga vida, sin embargo, ni la bioquímica, ni la química molecular, ni la física cuántica alcanza a definir lo que llamamos VIDA. Solo la filosofía y las ciencias ligadas a la autoconciencia se animan a adentrarse en ese “MISTERIO”. Por qué entonces el legislador puede atribuirse el derecho de excluir una etapa de la existencia humana sin poder predecir el impacto que esto tendrá en lo simbólico, en el significado que la propia existencia humana y por tanto en el tipo de vínculos que en ella se desarrollen.
Pero ese desconocimiento no nos puede llevar a negar o a postergar el derecho a disfrutar de los beneficios que esa ciencia nos brinda. Con la única condición de respetar los principios básicos aprendidos por la humanidad. Si existe otro, también le caben derechos.
Desde concepciones espiritualistas que sitúan a la CONCEPCION en el momento del deseo de los padres (los hijos no buscados serian no concebidos?) hasta los más extremistas que no aceptan derechos de los niños hasta después del nacimiento, se esgrimen definiciones del comienzo de la Persona Humana.
Lo que no puede tener discusión al menos para quienes tenemos conocimientos de la Biologia y la Embriología es que al momento de la “fecundación del ovulo, por parte del espermatozoide” y una vez lograda la primera división celular, ese aparato esta listo para volver a reproducirse en poco mas de una década siempre y cuando tenga las condiciones ambientales adecuadas.
El proceso de la vida humana tiene según la ciencia un punto de inicio indiscutible y siempre su supervivencia estará supeditada al entorno. Un ser humano es por naturaleza un ser comunitario y jamás gozará de “absoluta independencia” e individualidad.
Es que el ser humano, único e irrepetible, más allá de su ADN, por sus características psicológicas, fisiológicas y culturales, nunca será totalmente independiente de su entorno humano. No somos individuos. Somos seres humanos. No somos colonias bacterianas. Somos humanos.
El mismo hecho de estar definida nuestra existencia por una forma de reproducción llamada sexual, que involucra necesariamente dos gametos, pero por añadidura una persona de cada sexo o algún artificio científico para lograr esas dos células. El hecho de que necesitemos cuidados al menos por un lustro, el hecho de que no “eliminemos” a nuestros pares “con imperfecciones genéticas” nos convierte en seres comunitarios, solidarios que no pierden sus derechos individuales, pero que tampoco pueden desligarse de sus obligaciones para con la comunidad.
Un embarazo, la concepción de una nueva vida humana, el nacimiento y la crianza de los niños, no puede ser considerado como una cuestión individual. Al menos en nuestra cultura y en muchas otras ya desde la conformación de la pareja y el hogar son consideradas responsabilidades de toda la comunidad. Nuestro sistema de seguridad social y sanitario colaboran en ese proceso.
El amor recibido por nuestros seres más cercanos y por una “comunidad organizada” es lo que nos permite sostenernos como “humanos”. O acaso no estamos presenciando la inseguridad y la violencia ocasionadas por la falta de amor de un sistema político que priorizando el negocio retiró al estado dejando solo al humano frente a sus necesidades?
El modelo de relaciones interpersonales y el concepto de familia y hogar están hoy sumamente penetrados por el individualismo capitalista y el modelo laboral toyotista. El modelo de hogar que se muestra se defiende y se propaga es el de aquellas personas que deben estar libres para seguir el impulso de sus deseos individuales. O peor aún, las necesidades del mercado laboral. Corremos el riesgo de perder de vista la seguridad afectiva de nuestros hijos y la necesaria construcción de la comunidad a partir de deberes comunes.
De la familia estructural y farisaica (de doble moral) cuestionada por la revolución sicologista, nos encontramos ahora con el modelo familiar de la farándula, del egoísmo y el hedonismo. Funcionales a las necesidades del mercado. Funcionales a la necesaria movilidad de la mano de obra especializada. Por qué no la podemos orientar a la seguridad afectiva de los hijos?
No podemos legislar para “CONSERVAR” un modelo de familia que por si mismo no garantiza nada. Debemos acompañar el proceso de búsqueda de relaciones interpersonales mas funcionales, mas sanas. Ese es el gran avance de nuestro nuevo CODIGO CIVIL Y COMERCIAL recientemente sancionado. Mal que les pese a algunos prelados y pastores que quieren seguir “evangelizando desde el poder”, disciplinando desde la ley.
Un viejo precepto instituido por un carpintero de la ciudad de Nazaret lo había utilizado. Por lo visto no era suyo, era preexistente. El sábado esta hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” La ley esta hecha para el hombre, las instituciones deben ser para el hombre y no el hombre para las instituciones.
Pero existe un límite para el imperio del deseo. En eso la humanidad toda o al menos aquellos pueblos que llegaron a la locura de la guerra total y el exterminio como falso camino a la paz lograron definir en una Declaración Universal de los DDHH. “No hagas al otro lo que no quieras que te hagan”. Donde hay un otro, impera su derecho y no mi deseo.
Sería necesario recordar acá conocimientos que para los que estudiamos del viejo Laghnman o del Robertis, ya estaban claros. La embriología. No es lo mismo un gameto que un embrión. El proceso vital de una nueva vida humana única e irrepetible se inicia en ese mágico m omento en que un espermatozoide penetra la membrana de un ovocito y su material genético mas todo el aparato celular se integran y logran dividirse para iniciar un recorrido que terminará indefectiblemente en la muerte.
Nunca se ha dicho que esto tenga distinto significado dentro del útero materno o en el trayecto de la trompa de Falopio, para luego implantarse en la pared del útero o que se produzca por técnicas de reproducción asistida. Es un mecanismo intrínseco de esa nueva vida humana, que como toda su vida requerirá de un ambiente humano adecuado y de los cuidados suficientes de sus pares para sobrevivir. Esto la ciencia puede lograrlo hoy mediante técnicas de reproducción asistida.
Pero esa célula capaz de dividirse, ya posee identidad propia. No interesa si son ocho, cuatro o dos células. Si le reconocemos identidad e individualidad a parásitos unicelulares como las amebas o las giardias, no podemos negarle identidad e individualidad a ese grupo de células que ya se diferencia de sus progenitores y se diferencia de su huésped. Un parasito como la giardia, no puede crecer fuera del cuerpo de una persona, muchas bacterias solo sobreviven dentro del cuerpo de una mujer, eso sin embargo no les impide ser.
Constituyen una unidad biológica indivisible y muchas veces con beneficios mutuos. Por lo que el número de células ni la forma que adoptan son impedimentos para que podamos reconocer aún en el huevo, a una nueva vida humana, única, irrepetible e individualizable.
Por lo tanto, no podemos confundirnos, no estamos legislando sobre un objeto, sino sobre un sujeto. Cuidar al embrión significa cuidar su particular dignidad humana. Un huevo es un huevo, comemos huevos de gallinas, de patos, de avestruz así como sus polluelos y hasta adultos… pero no comemos huevos, cachorros ni adultos humanos.
Proponer cualquier reparo en el curso de este proceso biológico tan maravilloso es algo absolutamente arbitrario, tan arbitrario como considerar a los judíos “cuasi ratas” en la Alemania Nazi, o considerar a los nativos “cuasi monos y sin alma” como en la conquista de América.
Descartar embriones por causas genéticas o seleccionarlos por su constitución cromosómica es lo mismo que la eugenesia tan ligada a los avances cientificistas, al egoísmo humano y al umbilicocentrismo de algunas sociedades que se consideran eternamente jóvenes. Exponentes del utilitarismo liberal capitalista que no entiende para que sobreviven los discapacitados, los viejos, los seres humanos improductivos.
Esta ley, lejos de proteger vidas humanas se ocupa de proteger los intereses y el negocio de las clínicas especializadas que vieron en el nuevo paradigma de la ciencia médica, “Donde hay una necesidad o un deseo, hay un derecho y por lo tanto un negocio que debe ser sustentado por el estado”. Más que ocuparse de “proteger al embrión” como dice su título, se ocupa de encontrar eufemismos que le permitan a los dueños de la tecnología “aprovechar” todas las potencialidades de la técnica para maximizar el lucro. Aunque esto signifique congelar e investigar sobre vidas humanas.
Bajo eufemismos se viola la gratuidad de la donación de partes, tejidos o productos humanos para garantizar la “donación” con un contrato que despersonalice el acto de supremo amor que significa dar vida, o contribuir a la “nueva vida”, para poder arreglarla al marco comercial que significa un convenio de partes, no con los padres biológicos del futuro niño (lo que asegura la gratuidad y por tanto la gratitud) sino con la clínica o el dueño de la tecnología.
Como si la donación de un riñón o de una fracción hepática no conllevaran “molestias” o contratiempos. Como si obtener un puñado de espermatozoides o someterse a una aspiración tubarica fueran más molestos o riesgosos que perder la mitad de la capacidad de filtración de un riñón o someterse a una cirugía de ablación.
Es que la concepción utilitarista y adultocentrica de nuestra sociedad que detrás de la felicidad como autosatisfacción perdió de vista el concepto de amor como donación, no nos permite ver que detrás de esta ley no hay cuestiones de locación o de residencia, no hablamos de derechos de cosas. Hablamos de relaciones de amor.
Este binomio madre-hijo que se inicia y que constituye una unidad biológica o simbiosis entre dos individuos de la misma especie, es en realidad un verdadero parasitismo desde el punto de vista estrictamente biológico ya que uno de los individuos es el que más se beneficia y no puede sobrevivir sin el otro. Es sin embargo el vínculo construido socialmente el que le da sentido y valor.
Es solamente pensar la maternidad como un bien y no como una carga o una obligación, lo que da sentido al amor como donación. Es la lucha contra el machismo la que llevó a reconocer este binomio como sujeto de cuidado y protección por parte del sistema sanitario. Esa misma lucha era la que intentaba recuperar el vínculo de paternidad, la inclusión del hombre o de la pareja no embarazada para constituirlo en un trinomio. Sin embargo la lógica individualista del liberalismo capitalista viene ganando la batalla cultural asumida como derecho por el feminismo. Esto se entiende desde la mirada de la Oficina de la Población de la ONU ya que históricamente fue un bastión del imperialismo capitalista, lo que no se entiende es por qué las corrientes feministas más ligadas al socialismo o a las formas de fundamentación más cercanas al colectivismo, se suman irreflexivamente a ESTE PARADIGMA INDIVIDUALISTA Y MATERIALISTA, sin considerar los vínculos afectivos y los contenidos simbólicos que incluye la materpaternidad.
No pretendo frenar el avance de la ciencia. Considero un gran avance que se pueda solucionar colectivamente el problema de salud que representa la falta de fertilidad de una pareja. Pretendo tal ves el idealismo naif de que en lugar de privatizar la materpaternidad, ampliemos la solidaridad y sumemos el amor no solo de dos sino de tres y hasta cuatro personas al origen de un nuevo ser humano, al incluir en el acto amoroso de donación de vida, a los padres biológicos y aun estado solidario que acompaña.
No pretendo dar estatuto de persona con plenitud de derechos al embrión ni llamarlo niño. Pero no me atrevo a considerar objeto al más delgado de los eslabones de la cadena de la existencia.
Será que sigo siendo revolucionario.
Será que sigo intentando defender a los que no tienen vos, a los más débiles, a los que luchan por hacerse ver.
Por eso propongo los cambios que constan en el texto que adjunto, como objeciones al presente proyecto. Sean tenidas como objeciones explicadas en el fundamento anterior los párrafos quitados así como los agregados en el siguiente texto.
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